
Mas tarde o mas temprano, quienes buscamos relacionarnos con otras especies (saquen por un momento la zoofilia de sus cochinas mentes) , caemos en la tentación gatuna.
Ya con varios gatos en mi haber (ahora saquen a la chica de minifalda y botas de cuero que así no se puede escribir, che!), puedo asegurarles que el de los felinos, es un viaje sin retorno.
Aventajando a sus competidores directos en el mundo mascoteril por su independencia afectiva y su discutible “higiene"; una vez instalados en nuestros hogares nos daremos cuenta de que hemos caido en una vil trampa ronroneante; y que la criatura a partir de ahora hará que nuestra casa se convierta en la suya, haciendo todo lo que se le antoja y teniéndonos incomprensiblemente a su merced.
De esta forma en poco tiempo estaremos gastando nuestro dinero en juguetes varios para que el animal se entretenga, en la creencia de que de esta forma no encontraremos nuestras frágiles pertenencias destrozadas en el piso a nuestro regreso de la agotadora jornada laboral.
O limpiaremos varias veces su sanitario para que el animalito deposite su boñiga una y otra vez al instante siguiente; convirtiendo esta secuencia en una competencia “humano vs caca de gato”, en la que nuestra resistencia física nunca estará a la altura del infatigable intestino felino.
O quizás nunca mas durmamos de corrido dado que el tierno animalito decide que las 5 AM es un buen horario para que nos levantemos, además de practicar dos noches rotativas a la semana saltos ornamentales sobre nuestros genitales justo cuando detecta que entramos en el sueño R.E.M.
A todos estos flagelos que los gatopropirtarios conocen, se le suma ahora uno mas terrible: el de las adicciones.
Es claro que el comportamiento déspota de nuestras mascotas se desarrolla porque se nos hace imposible ponerles límites.
Tal cual ocurre con los adolescentes, los gatos se entregan a las adicciones como una forma de llamar la atención a los responsables de ponerles esos límites.
Aqui podemos ver el desenlace de uno de estos casos en su punto crítico, desencadenando en violencia en el set de filmación de una publicidad de Cat Chow.
Por eso, amigos, estemos alerta con nuestros gatos; y de cruzarnos con uno en la calle (ahora están pensando en una dominicana indocumentada; los agarré puerquitos, eh!), no le den una moneda, porque seguro que la usan para comprar droga.