Tu cerebro se retuerce, presiona hasta la cefalea, levanta la tapa de los sesos y se vuela a la mierda.
En ese momento decidís que no vas a soportar ni un minuto mas de agresión a tu dignidad laboral; con lo que se abren dos caminos a seguir:
El primero te guía al despacho del dueño de la empresa, a exigir volver a la olvidada jornada de ocho horas, junto a una remuneración mas justa por tu labor.
El segundo camino te empuja al balcón de tu oficina, con planes suicidas como único paliativo a tu sufrimiento cotidiano.
Luego de un breve análisis de la situación, la cordura y la calma vuelven a gobernar tu mente, y lográs entonces visualizar con claridad cual es el camino mas lógico.
Sin dudarlo te dirigís al balcón.
Ya en él, evaluas la efectividad del golpe considerando que estás en un primer piso y te das ánimo pensando que la Pradon se salvó del séptimo, pero que Juan Castro se hizo de goma en uno solo.
Buscando con la mirada el auto de tu jefe, para ver si aprovechando la volteada se lo hacés mierda; algo en la vereda atrapa tu atención.
Una cuadrilla trabaja intensamente en lo que pareciera ser un caño de desagüe o algo por el estilo. Mas allá de lo poco interesante y cotidiano de la escena, hay un detalle que a pesar de tu situación límite no podés pasar por alto.
Recordás entonces que para algo te compraste ese puto celular con cámara que tan caro te salió y ahí nomás obtenés esta hermosa toma de un auténtico “culo de plomero”.

Conociendo la poca fidelidad de estas cámaras bastardas, amparado en la impunidad que te da tu posición cenital, te disponés a hacer una segunda toma con mas tranquilidad, “por las dudas de que haya salido movida”.

Dejando de lado la idea del suicidio por un momento; volvés a sentarte frente a tu grillete electrónico y bajas las fotos para ver el resultado de tus tomas furtivas.
Como ocurre generalmente, la espontaneidad de la escena se capturó en la primera de ellas; pero lo cierto es que mirándola bien, la segunda algo te dice… y casi casi podés escuchar las vocecitas en tu despeinada cabezota.
Y ahí nomás le plantás los globitos.

A continuación el procedimiento de rigor. Adjuntar la imagen en un mail con copia a todos tus compañeros de presidio bajo un título digno de Jorge Corona como por ejemplo: “temporada de avistaje de culos” o “vení que te tapo la pérdida”.
Luego del “send” ya te sentís mucho mejor, y hasta pensás que valió la pena haber entregado medio país para tener la posibilidad de contar con teléfonos celulares con cámara e internet para poder hacer estas cosas.
Un culito de poxirrán para zafar del frío.
Y agradecés a San Motorola por haberte salvado la vida.
Falta mucho para las 18:30?
Amen…