Un silencioso acto de vandalismo, una pequeña venganza
con el humor fácil como herramienta,
contra lo que
día a día nos obligan a consumir visualmente. Ninguna pretensión mas allá de esto.

viernes, junio 13, 2008

El chico expiatorio


El chico expiatorio es una figura que se nos ha incrustado en la lengua y en la conciencia, cuyo origen conocen muy pocos.
El diccionario define al chico expiatorio como aquél que en una reunión de amigos se hace cargo de las grandes de muzzarela y la cerveza bajo la promesa de “mañana arreglamos, muñeco”.
Ya como figura en si, lo define como aquel sobre cuya cabeza cargaba la sacerdotisa, por la imposición de tetas, todas las culpas de lesa femineidad de los masculinos vivos del barrio y sus provincias limítrofes; tras lo cual era expulsado con una certera patada en el culo a vagar por las vías del San Martín (en el tramo Palermo – Retiro) entre el griterío y las imprecaciones de las chicas en su contra.

En el capítulo 12 del manual Kapeluz se explica el rito anual de la expiación. Ayelén recibirá de la asamblea de los hijos de Villa Taladro a los dos pibes mas abombados del barrio, capturados por sus discípulas para el sacrificio por el pecado.
Tomará a los dos giles, y presentándolos ante el poster de Juanes a la entrada del tabernáculo de la reunión, echará sobre ellos las suertes: una la de Juanes y otra la de Cucho Parisi.

Pondrá Ayelén sus dos tetas sobre la cabeza del nabo que corrió con la suerte de Cucho, vomitará sobre él todas las culpas, todas las trastadas de los Hijos de Tuna y todas las pirateadas con que han pecado, y las echará sobre la cabeza del zanguango y lo mandará a recorrer descalzo las vías.
El bobazo llevará sobre sí todas las inequidades de ellos a tierra inhóspita, y la mujer que lo lleve lo abandonará a su suerte sin monedas para el bondi, sin celular, perfumado y con una musculosa que rezará “los de la 31 son todos putos”.

No debe ser ajena a este ritual, la asignación de la figura del boludo a manivela al Innombrable. El paganismo grecorromano aportó sus giles a cuadros a esta misma imagen. Lo sustantivo es la institucionalización de la descarga de nuestras culpas sobre alguien: El chico expiatorio; el que paga nuestras culpas, nuestra pizza y nuestra cerveza. O sea.

En cuanto al bolas tristes que corrió con la suerte de Juanes, a ese le irá peor; a ese sin mayor preámbulo se la cortan.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

era como yo decía, Gen71, qué poca gente se ha acercado a la palabra de zeus, ya nadie tiene la biblia de libro de cabecera!!

(cabeceame esto!)

Amperio dijo...

Yo conocí a un chico expiatorio, en mi adolescencia. Era retraído, trunco, algo parabolizado y bastante tocororo. Lo vimos ahí, tan finito, tan rulito, tan granito que no tuvimos más remedio que cogerle a la novia...

Y no fuimos nosotros, ché. Fueron las circunstancias...

Obviamente, cargó con la empreñada...

UAP, Gense. Se viene la muzarela...

Calio dijo...

El rock pop latino es asi de vejatorio carajo. Pobres gentes.

;)
besos

gen71 dijo...

Hermana: Es cierta su observación; tan cierta como que todos en algún momento de la vida, por curiosidad o necesidad, recurrimos al libro sagrado. En el último caso, no necesariamente se convertirá en "libro de cabecera"; a veces la pata de la cama que se rompe está a los pies... o en el medio :P

Amperio: Las circunstancias, claro está compañero.
Que tire la primera piedra el que no se haya cogido a la novia/mujer de un conocido/vecino/médico de cabecera empujado por las circunstancias.
Que le hagan el ADN a ellas entonces!
UAP, capo; ya tengo la servilleta enganchada en el cogote...

Calíope: A veces es vejatorio, a veces inflamatorio, a veces supositorio... ;)
Besotes!

capitanfla dijo...

con la vieja no...

gen71 dijo...

Capitán: Mientras no nos toquen al boby...